Estimados amigos (as), deseo a cada uno de ustedes una muy feliz Semana Santa, la cual será muy diferente pero verdaderamente especial. «Dejar que Jesús entre a nuestra vida y a nuestra familia, y que reunidos en nuestro hogar podremos meditar y reflexionar con más detención la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo”.
Frente a la actual «pasión desgarradora» que viven muchos hermanos y hermanas nuestras: falta de trabajo, pobreza, abandono, privación de libertad, desigualdad, enfermedad e inclusive muerte, y que se ha venido intensificando aún más con la propagación del COVID-19, urge encontrarnos con nosotros mismos y con Dios en estos días.
Semana Santa que nos debería llevar a pensar y reflexionar especialmente sobre el valor a la vida. Ojalá que como humanidad tomemos consciencia, que no somos dueños de la vida, la cual es tan frágil, que en cualquier momento se diluye, escapándose de nuestras manos.
Lo que vivimos en estos momentos por la pandemia mundial, nos lleva a reconocer la Vida como lo esencial, y no sólo como un postulado de los Derechos Humanos. Hoy quedan por tierra aquellas nuevas ideologías que defienden y afirman que somos dueños de nuestra vida y podemos hacer lo que queramos con nosotros mismos.
Asistimos a la caída de los grandes poderes. De líderes que seguros de su actuar han vivido como dioses omnipotentes, controlando a las sociedades, a las personas, hasta su modo de vivir. Hoy parecen rendirse ante el misterio de la vida y la muerte.
Se derrumbaron los sistemas políticos y económicos; las sociedades individualistas, consumistas, capitalistas y neo-liberales; así como las ideologías de lucha de clases, sin ética, sin humanidad y sin Dios.
A todos nos desconcierta este enemigo común (COVID-19), que tan distante se veía algunos meses atrás de nuestro país y ahora, ha llegado a convivir con nosotros… La verdad, es que nos da miedo, nos hace encerrarnos, nos desorganiza, nos hace perder nuestra estabilidad y seguridad, nos deja de manos cruzadas… No tiene piedad con nadie.
Ante esta visión poco optimista y realista, surge la Esperanza, pero no cualquier esperanza, sino aquella certeza que nos alienta a la existencia de una luz al final del camino… Surge la Fe, porque la angustia, el dolor, y por qué no, el mismo miedo que siento en este momento por mí y por los míos, me lleva a confrontarme en lo más íntimo de mi ser, y me lleva consciente o inconscientemente a ver algo más allá de esta inseguridad global. Analizo mi historia, con mis virtudes y con mis errores, así como mis miserias, debilidades, inclusive me pregunto – como buscando un voto de aprobación y alabanza – ¿qué cosa he hecho por los demás? La Fe me lleva a creer más allá de mis propias fuerzas y de mis visiones terrenas, inmanentes, imperfectas, porque sin ella no es posible ver la Luz Verdadera al final del camino.
Y surge la Caridad = el Amor, la más importante de todas. Pero atención, no cualquier amor, sino aquel amor-donación, que es entrega total, sacrificio de darlo todo por el otro. Hemos visto y leído en estos días, historias personales de aquellos enfermos que generosamente (me quedo corto con esta palabra) han dado la vida por los más jóvenes. “El amor lo soporta todo, el amor todo lo cree, el amor todo lo espera”.
Creo que por aquí va mi aporte, que nos pueda ayudar a vivir esta Semana Santa. Estos días, dejemos que Dios hable a nosotros, porque aunque estemos en casa, pueden de igual forma existir distractores que me alejen de la meditación, la reflexión y la oración.
“Vivir la Semana Santa en nuestro hogar y en familia, contemplando a Aquel que nos dio la Esperanza, aumentó nuestra Fe y nos regaló la Caridad, amor hecho donación” (Rcl).
Unidos en la amistad,
Ricardo Cáceres Lamas
Pesidente de MSA
Chile, Viña del Mar, 5 de Abril de 2020.