Santo(s) del día : San José de Calasanz
Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
Una persona le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”. El respondió:
“Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.
En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá: ‘No sé de dónde son ustedes’.
Entonces comenzarán a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas’.
Pero él les dirá: ‘No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!’.
Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.
Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.
Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos”.
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COMENTARIO
Lc 13,22-30
Vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur
El Evangelio de este Domingo XXI del tiempo ordinario comienza con un sumario que hace Lucas sobre la actividad de Jesús: «Atravesaba ciudades y pueblos enseñando y haciendo camino hacia Jerusalén». La frase corresponde al esquema que Lucas da a su Evangelio, en el cual, desde que Jesús tomó la decisión firme de ir a Jerusalén (Lc 9,51), es presentado continuamente en camino hacia esa meta. Introduce, sin embargo, una circunstancia que gramaticalmente no queda bien en la frase, pero que le sirve para la continuidad del relato: Jesús iba «…enseñando y haciendo camino…».
«Alguien le dijo: “Señor, ¿son pocos los que se salvan”?». Es una pregunta formulada de manera provocativa. En efecto, si son pocos los que se salvan, entonces Dios sería incapaz de obtener su objetivo, que era claro: «Dios, nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tim 2,3-4). El que hace la pregunta espera, por tanto, que Jesús reaccione contradiciendolo, y afirmando, de manera tranquilizadora, que son muchos los que se salvan. Para su sorpresa la respuesta de Jesús es esta otra: «Luchen por entrar por la puerta estrecha, porque, les digo, muchos procurarán entrar y no podrán». En definitiva, muchos no entrarán.
¿Por qué interesa entrar por «la puerta estrecha»? ¿A qué lugar da acceso esa puerta, por la cual es tan difícil entrar? El evangelista Lucas no lo dice. Lo da por sabido. Para responder a la pregunta debemos recurrir al Evangelio de Mateo que nos transmite estas palabras de Jesús: «Entren por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la vía que conduce a la perdición y son muchos los que entran por ella. ¡Qué estrecha es la puerta y angosta la vía que conduce a la vida!, y pocos son los que la encuentran» (Mt 7,13-14).
Por medio de una parábola Jesús enseña que la suerte de los que quedan fuera es definitiva: «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, quedarán fuera y comenzarán a llamar a la puerta, diciendo: “¡Señor, ábrenos!”. Y respondiendo les dirá: “No los conozco a ustedes, de dónde son”». Por el modo cómo tratan de darse a conocer y así recomendarse los que quedan fuera, entendemos que ese dueño de casa es el mismo Jesús: «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestra plazas». Aquí reaparece la circunstancia que agregaba el evangelista en su sumario: «Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando…». La recomendación, que se vale del hecho de que Jesús enseñó dentro de los límites de Israel «en nuestras plazas», no tendrá efecto y el dueño de casa repetirá: «No los conozco a ustedes, de dónde son». En otros lugares en que se transmite la misma enseñanza la respuesta es solamente: «No los conozco» (Mt 7,23; 25,12). Aquí se agrega la procedencia: «No sé de dónde son ustedes», precisamente para enseñar que esa procedencia no influirá. En efecto: «Vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios».
Jesús indica el motivo por el cual muchos quedarán fuera: «Apartense de mí todos los obradores de iniquidad». Esta sentencia Jesús recuerda un Salmo en que se refiere a Dios: «No estarán los arrogantes ante tus ojos; tú odias a todos los obradores de iniquidad» (Sal 5,6). En la parábola de Jesús es el dueño de casa quien odia a los obradores de iniquidad. Pero hemos visto que ese dueño de casa, que ha comido y bebido y enseñado en las plazas de Israel, es el mismo Jesús.
De paso, Jesús pronuncia una sentencia de canonización en favor de los patriarcas y los profetas: «Verán a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios». A éstos se ha sumado, en el curso de los siglos, una multitud de hombres y mujeres, venidos de oriente y occidente, del norte y del sur, que han sido inscritos por la Iglesia, con la autoridad del mismo Jesús, en el catálogo de los santos. Todo nuestro empeño «lucha» dice Jesús debe consistir en esta tierra en entrar por la puerta que introduce a ese banquete del Reino de Dios, para estar en compañía de todos los santos.
† Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo de Santa María de Los Ángeles