LECTURA ORANTE

El domingo pasado nos encontramos con Jesús, en su evangelio, compartiendo con nosotros el sentido del camino que estamos haciendo en su compañía. Desde su primer anuncio es una invitación a abrir el corazón a la llegada del Reino de Dios. Ese Reino se va manifestando en lo que Jesús va haciendo y diciendo. No todos, sin embargo, lo perciben, en la pequeñez de sus manifestaciones y en el comportamiento de Jesús que descoloca a muchos. A través de una serie de parábolas agrupadas por el redactor en el capítulo 13 Jesús abre panoramas sobre el Reino que quedan ahí disponibles para quienes se interesen en entrar en ellos. Es el sentido de las parábolas. Después de la parábola del sembrador y de las diversas tierras, este domingo se nos presentan varias parábolas, inspiradas también en el contexto campesino de muchos de los auditores de Jesús. En nuestro compartir nos vamos a detener sólo la parábola del trigo y la cizaña, sobre la cual, el texto evangélico trae además una explicación.

Jesús propuso a la gente esta parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.

Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él? Él les respondió: “Esto lo ha hecho algún enemigo”.

Los peones le replicaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla? “No”, les dijo el dueño, “porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también en trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero” (Mt 13, 24-30).

Lectura del Evangelio. ¿Qué enseña el Maestro?

Recordemos que para entender el sentido central de la parábola necesitamos ubicar el elemento más fuera de lo común y desconcertante. En esta parábola lo lógico y común parece que fuera la propuesta de los peones: limpiar el campo de la cizaña. Es la justificación dada más de una vez para expulsar a un alumno que se ha convertido en cizaña y que puede malear a sus compañeros; es la forma en que hemos reprimido expresiones de los jóvenes que nos resultaban molestas. ¡Cuánto trigo bueno hemos cortado, estigmatizando como cizaña a jóvenes difíciles y sus locas inquietudes!

El Maestro en su evangelio nos enseña, pues, que los hombres y mujeres soñados y creados por Dios para cuidar su vida y la vida en el mundo fueron hechos:

– Conocedores de la buena semilla sembrada por Dios en el mundo (Génesis: “Dios vio que todo era bueno”);

– Conscientes de la existencia del mal, obra del Enemigo, del “Extraño” al mundo bueno de Dios, el Demonio;

– Creyentes en la bondad y fuerza del trigo, capaz de afirmar su identidad en contraste con la cizaña.

Como siempre no pretendemos que esta sea la única enseñanza de humanidad del Maestro, a partir de este texto, pero es la que en esta lectura orante percibimos y compartimos. Ante esta enseñanza resulta siempre válido preguntarse: ¿qué actualidad y vigencia tiene esta enseñanza de Jesús para nuestro tiempo y nuestra realidad? Aquí habrá muchas posibles respuestas. Personalmente me parece muy válido reafirmar la bondad original de nuestro mundo y de la humanidad creados por Dios. No faltan los que ven todo negro y podrido. También, necesitamos reconocer la existencia del Enemigo y del mal que él siembra en forma muy eficaz. Sobre todo, considero muy actual y muy vigente reafirmar nuestra fe en el trigo que es Jesús y su evangelio, que ayer, hoy y siempre, sigue en la tarea de ir convirtiendo el mundo en Reino de Dios.

Una de las enseñanzas que me deja el P. Juan José Bartolomé (que por muchos años nos ofreció una “lectio divina” en la página web de la Congregación) es que, en la “lectura orante” valen los aportes “para comprender el texto”. Es obvio, en cambio, que es tarea personal de cada uno, dejarse interpelar por Jesús, el Profeta-Mesías, acompañarse con la oración de Jesús, el Hijo de Dios y, sobre todo, reconocer los que están haciendo el Señor, para colaborar con Él. Por eso, de aquí para adelante, muchas veces me limitaré a plantear las preguntas clásicas como un desafío para cada uno. Cuando más, con alguna pista que asegure la coherencia de cada paso con la enseñanza del Maestro.

A trabajar, pues, con el Profeta-Mesías, el Hijo de Dios y el Señor.

Para reflexionar
La vitalidad se revela no solamente en la capacidad de persistir sino en la de volver a empezar?. Francis Scott Fitzgerald